Entrada original publicada en la revista 87 Grados


Es el momento de reflexionar. ¿Qué ha pasado desde el #15m? ¿Qué han significado las #acampadas? Yo no tengo la respuesta, pero si que tengo el escenario más o menos clarificado.

Creo que las acciones reivindicativas que se han venido sucediendo en este mes se deben principalmente a la situación de desamparo en el que se sienten los jóvenes españoles (no hace falta recordar que la tasa de paro del sector supera el 40%), al giro centrista de las políticas del gobierno central y a las ganas de actuar que tenía desde hace meses la izquierda desunida en España (izquierda que ha demostrado que proyectos de partidismo encubierto como las mesas de convergencia ya no tienen cabida).

Ha puesto de manifiesto que eran muchos aquellos que luchaban desde trincheras individuales, y que gracias a la chispa que supuso la manifestación de DRY han encontrado compañeros para el futuro. Muchos nos hemos conocido ahora y parece que no tenemos intención de separarnos. También saco en claro que la perdida de los espacios para el debate y la discusión transcendental en el MundoReal, que habían sido trasladados únicamente a lo virtual, habían supuesto una pérdida que no podemos permitirnos aún por el analfabetismo digital actual imperante, que no nos deja obviar por ahora las tres dimensiones (tener acceso a internet no significa saber hacer un uso adecuado del mismo).

Tengo mis miedos. Cómo se podrían trasladar las propuestas a algo material, palpable por todos, que pudiese entenderse como una victoria para el movimiento. Cuándo se van a establecer los necesarios debates de fondo de las ideas lanzadas. Y lo que más me inquieta de todo. ¿Va a degenerar el #15m en una reclama nacional de relevo generacional? ¿Quieren los acampados un modelo más equitativo de estado, de producción, o quieren volver al estado del bienestar anterior a la crisis viviendo de espaldas a los problemas del planeta? La atracción populista de medidas como la eliminación total de los impuestos también me aterra.

Por todo ello tenemos la responsabilidad de seguir de cerca el transcurso del movimiento y no permitir que degenere en alternativas que promuevan la desigualdad. Hacer propuestas y agilizar los debates debería ser la tarea que llevemos a cabo, como individuos, todos aquellos que de una u otra forma hemos tenida experiencias previas en movimientos sociales, sin que ello suponga monopolizar el discurrir con lógicas de alguno de los colectivos.

Ánimo a todos porque aún nos queda mucho trabajo por delante.