Será que mi estado de salud del último año no ha sido todo lo bueno que debiera, que me siento un tanto sensibilizado con este tema. En el paradigma vital que se nos presenta, con una componente transnacional importante, parece necesario articular sistemas sanitarios intercomunicados más allá de los meros seguros de reembolso.
Mientras las empresas del sector hace tiempo que se dieron cuenta del filón que suponen estos nuevos transhumantes, la descomposición reinante no hace sino dar un espaldarazo tras otro a los frágiles derechos que disfrutamos pocos años, entranto que las élites se interesan en otros menesteres más lucrativos.
Preparando la (abortada)mudanza a Irlanda, Alicia y yo nos topamos con varias trabas burocráticas relacionadas con este tema, entre ellas algunas de las enlazadas antes. Sin embargo, mi mayor incertidumbre ha sido imaginar cómo podría transmitir mi historia clínica, con todos los matices que una información de este tipo requiere, en una posible visita médica.
Con los problemas que hay para que tu médico de cabecera vea las pruebas que te han realizado en un servicio de urgencias; el jaleo que hay que armar para leer el informe de un especialista; con la cara que te ponen en cualquier centro de salud cuando presentas una tarjeta sanitaria expedida por otra comunidad autónoma; tampoco nos enfrentábamos a nada nuevo.
Investigando un poco encontré OpenEHR, una comunidad que intenta establecer estándares abiertos dentro de la gestión de la historia sanitaria personal. Una magnífica idea que, junto con una exportación práctica de nuestra historia clínica personal que guarda el sistema sanitario público, nos evitaría muchos quebraderos de cabeza.
Y parece que no es la única. Otras comunidades van haciendo caminos paralelos, en lo que se vislumbra como el futuro próximo en el tratamiento de datos personales de índole sanitaria.