El mal llamado factor de impacto, ese artificio numérico que clasifica la importancia de una publicación científica, lleva siendo motivo de polémica en el mundo de la investigación desde su origen. No es para menos. Lejos de para lo que fue creado, se diseñó en los años 60 para facilitar la decisión de los bibliotecarios sobre qué revistas comprar, el índice de impacto que publica anualmente la Journal Citation Report se ha convertido de facto en uno de los elementos principales a la hora de evaluar la actividad investigadora. Es decir, el dichoso numerito tiene un peso importantísimo a la hora de decidir el reparto de las inversiones – sobre todo públicas- para las diferentes líneas de investigación, grupos y proyectos. Aunque en ningún momento se evalúe directamente la calidad de los artículos publicados en si, o el trabajo que realizan los investigadores.
Había motivos para el enfado. No paran de salir polémicas año tras año. Desde aumentos desmesurados del índice en un cortísimo periodo de tiempo, hasta la generación de vicios en el sistema de publicación. En Emule News tenéis una pequeña muestra de lo que os digo.
En definitiva, un sistema que no contentaba a nadie, salvo a las agencias de evaluación que veían simplificado su trabajo a ordenar numeritos de menor a mayor, pero que nunca contó con una oposición unida que pudiese hacerle frente. Algo que parece que va a cambiar.
Reunida la Sociedad Americana de Biología Celular en San Francisco durante el diciembre pasado, sus miembros se decidieron a liderar lo que está siendo la batalla más seria que se ha producido en contra de la dictadura del índice de impacto. Junto con otras 82 instituciones y más de 150 firmas de investigadores, presentaron recientemente el que se ha venido a llamar manifiesto DORA (Declaration on Research Assessment), que consta de 18 puntos que expresan con sensatez las opiniones de la mayor parte de la comunidad científica. No tardaron en unirse las editoriales de las revistas más importantes, quizás por intereses más espurios, no olvidemos que la JCR pertenece a otra de las grandes. Quién sabe.
La noticia no supone mas que una vuelta de tuerca a las reflexiones sobre un sistema de publicación científica y de difusión del conocimiento caducos. Una evidencia de los problemas con la evaluación mecánica del trabajo y los grandes volúmenes de información producidos.